Entrevista -
10.12.2023
Soledad Romero y Sonia Pulido nos hablan de sus inicios
Marta, tu carrera profesional empezó como diseñadora gráfica y luego te convertiste en ilustradora. ¿A qué se debió este cambio?
Bueno, lo cierto es que yo llegué al diseño gráfico por casualidad. De muy joven estudié Ingeniería Técnica en Diseño Industrial y cuando terminé, el primer trabajo que encontré fue maquetando una revista. La cosa me gustó y seguí por ahí. Estuve unos años trabajando en una cooperativa de educación ambiental donde hacía de todo: lo mismo diseñaba un cartel que construía un puzle gigante o impartía un taller de construcción de adornos navideños con deshechos. Esto me mantuvo en contacto con la infancia y el trabajo manual y lo agradezco mucho, porque nunca sentí una inclinación exclusiva por el diseño gráfico. Simplemente fui haciendo cosas que me gustaban y que terminaban entremezclándose. Y en un momento dado quise seguir formándome y estudié Bellas Artes.
Marta, tu carrera profesional empezó como diseñadora gráfica y luego te convertiste en ilustradora. ¿A qué se debió este cambio?
Bueno, lo cierto es que yo llegué al diseño gráfico por casualidad. De muy joven estudié Ingeniería Técnica en Diseño Industrial y cuando terminé, el primer trabajo que encontré fue maquetando una revista. La cosa me gustó y seguí por ahí. Estuve unos años trabajando en una cooperativa de educación ambiental donde hacía de todo: lo mismo diseñaba un cartel que construía un puzle gigante o impartía un taller de construcción de adornos navideños con deshechos. Esto me mantuvo en contacto con la infancia y el trabajo manual y lo agradezco mucho, porque nunca sentí una inclinación exclusiva por el diseño gráfico. Simplemente fui haciendo cosas que me gustaban y que terminaban entremezclándose. Y en un momento dado quise seguir formándome y estudié Bellas Artes.
En los últimos años me fui acercando a la ilustración y al grabado, y encontré en el libro-álbum un soporte maravilloso donde la palabra, la imagen, y el objeto podían darse la mano para contar cosas que me importaran. Un soporte que además me encanta porque es muy accesible, manejable, humilde y versátil. Supongo que el diseño industrial me enseñó a pensar en la forma y la mecánica de los objetos; el diseño gráfico me puso en contacto con la composición y la imagen, y el libro-álbum me acercó a la palabra, al ritmo, al juego y a la emoción.
En los últimos años me fui acercando a la ilustración y al grabado, y encontré en el libro-álbum un soporte maravilloso donde la palabra, la imagen, y el objeto podían darse la mano para contar cosas que me importaran. Un soporte que además me encanta porque es muy accesible, manejable, humilde y versátil. Supongo que el diseño industrial me enseñó a pensar en la forma y la mecánica de los objetos; el diseño gráfico me puso en contacto con la composición y la imagen, y el libro-álbum me acercó a la palabra, al ritmo, al juego y a la emoción.
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¿De dónde nace tu pasión por los libros infantiles?
Leer siempre ha sido una experiencia placentera para mí. Aquí tengo que darle las gracias a mi padre, que era un ávido lector y siempre puso mucho empeño en que mi hermana y yo leyéramos. Así que supongo que la culpa la tienen aquellos libros que al leerlos me han sacudido de alguna manera. Muchos de estos libros llevan la etiqueta de «infantiles», pero esto no quiere decir que sean exclusivos para la infancia, todo lo contrario. Son libros, eso sí, al alcance del entendimiento y disfrute de un niño, lo cual obliga a pensar con otros parámetros, a dar más peso a las imágenes, a buscar las palabras adecuadas y el ritmo preciso, a sintetizar, a pensar en un tiempo de observación y lectura más pausado, y todo esto me parece fascinante. Son libros donde el arte, el juego, el descubrimiento, la experimentación, el humor, las relaciones poéticas y el placer tienen gran cabida. Hacer libros para personas que lo tienen todo por descubrir es una tarea preciosa y muy estimulante de la que voy aprendiendo cada día.
“El diseño industrial me enseñó a pensar en la forma y la mecánica de los objetos; el diseño gráfico me puso en contacto con la composición y la imagen, y el libro-álbum me acercó a la palabra, al ritmo, al juego y a la emoción.”
Tu obra infantil transmite un gran equilibrio entre ilustración, diseño, juego y sorpresa. ¿Cómo lo consigues?
Si eso es lo que transmiten, lo celebro. Supongo que el hecho de trabajar mis libros de manera integral ayuda bastante. A veces empiezo por la imagen; otras, por el texto, en otras es el mecanismo el que condiciona todo lo demás, y otras veces lo concibo todo al mismo tiempo. De hecho, me cuesta presentarme como «ilustradora», aunque haya ilustrado textos de otras personas. En mi día a día, la ilustración ocupa solo una parte de mi trabajo, por eso me siento más cómoda diciendo que «hago libros». Por supuesto en mi trabajo tengo grandes referentes e influencias. Autores de los que he aprendido muchísimo, con un trabajo fascinante a la hora de hacer libros que se leen con los cinco sentidos, como son Katsumi Komagata, Lucie Felix o Anette Tamarkin. Y, por descontado, la obra de Bruno Munari, entre muchos otros.
¿Cómo surgió la idea de Besos?
La idea surgió de una manera espontánea. Tengo un sobrino que, entre los dos y los tres años, pasó por una fase en la que le dio por lanzarse a dar besos al grito de ¡Muaaaa! Lo hacía como un juego, como quien se lanza a hacer cosquillas, y se moría de risa. Como una performance del beso. Y pensé que ese mismo juego lo podía proponer en un libro. Besos es un libro que requiere ser leído con las manos, moviendo las solapas para que los besos ocurran, pero también con la voz, interpretando el sonido de cada beso-onomatopeya.
¿Qué buscas transmitir con la gama cromática de este libro?
Besos tiene una paleta de colores vivos y contrastados que remiten al juego y al universo de la primera infancia. Compartir afecto a través de la lectura y del juego es algo festivo y celebratorio, y esto es lo que he tratado de reflejar.
¿Cuál ha sido el proceso de elaboración del libro?
En este proyecto tenía muy claro desde el principio que quería hacer un libro animado en el que el juego consistiese en hacer que unos animales se besasen al manipular las solapas. Así que, en una primera fase, me centré en esta parte. Trabajé directamente recortando, componiendo y encolando cartulinas, para tener presente la parte física de la manipulación, que cuando trabajas para bebés es muy importante. Empecé trabajando las formas por bloques, de una manera más basta, hasta armar una secuencia interesante. Una mano diminuta, con una motricidad poco desarrollada todavía, agradecerá las formas grandes y redondeadas, así que luego hubo una fase de estilización de todas las figuras. Por otro lado, a la hora de componer los besos, me di cuenta de que yo quería que hubiera besos, pero eso no era suficiente. También quería que la presentación gráfica de estos besos fuese interesante y variada, que reflejara la idea de juego de combinatoria con múltiples posibilidades, como los mosaicos. Esto se ve muy claro en las serpientes o los patos. Y el texto vino después. Es un texto sencillo que acompaña el juego por medio de la rima y las onomatopeyas, con una estructura que se repite pliego a pliego, y que hace la lectura musical y fácil de recordar.
La ternura que emana Besos se hace patente ya desde la primera página. ¿Es algo general en tu obra? ¿Está relacionado de algún modo con que el libro se gestara durante el confinamiento?
Bueno, la verdad es que el libro se gestó antes del confinamiento. Durante esos meses, eso sí, terminé de darle forma. Y es cierto que el distanciamiento social al que nos vimos sometidos en mitad de tanta incertidumbre, dotó el libro de más sentido si cabe, y estoy muy feliz de que haya salido adelante y ya esté en manos de muchos niños para celebrar lo que nunca debería faltarnos. En cuanto a la ternura en mis libros, creo que sí, que es algo que está presente en cada uno de ellos, entendiendo la ternura como una mirada amable y cercana y no como algo ñoño o sentimental.
Los mecanismos de papel (troqueles, solapas) son muy frecuentes en tus libros. ¿Te gustaría experimentar con mecanismos más complejos para niños mayores?
Esto me lo han preguntado muchas veces. Cuando digo que hago libros con mecanismos enseguida me preguntan: ¿popup? Yo explico que hago cosas más sencillas e inmediatamente sigue la pregunta: ¿y no quieres hacer pop-up? Suelo contestar que si la historia lo requiere, claro, ¿por qué no? Es un terreno muy interesante a investigar, y hay grandes autores como Gérard Lo Monaco que hacen que me pique el gusanillo. Quién sabe, a lo mejor más adelante. Lo que pasa es que a mí me tira mucho la síntesis, el contar con poco, lo simple que no simplón. Del papel me interesa mucho el juego y la manipulación y no tanto la espectacularidad. Por otra parte, también tengo muchas ganas de retomar proyectos sin mecanismos ni recortes, como en mi primer libro Suben y bajan (A Buen Paso, 2017). Espero encontrar tiempo para todo.
¿Cómo te gustaría que reaccionaran los más peques al coger el libro?
A mí me gustaría que les despertara sorpresa, curiosidad y muchas ganas de jugar, y si luego van por ahí barritando y dando besos de elefante o de abeja, yo feliz. Pero cada niño, igual que cada adulto, tiene una sensibilidad diferente. Y por eso la verdad es que me gustaría que reaccionaran con honestidad. Si les llama la atención, fenomenal. Si no, es que no es un libro para ella o para él. A lo mejor lo es más adelante, o a lo mejor nunca lo es. Lo ideal es ponerlo a su alcance y que decida por sí misma/o.